Por: Vanesa Sandoval Ayala
Los estereotipos de género que se viene dando en la sociedad a través de la cultura, que se basan en normas y mandatos que han limitado y estigmatizado la libre elección de las mujeres a lo largo de la historia.
Son ideas impuestas y asumidas, sobre las características de las mujeres y los hombres. Estas características son aprendidas e interiorizadas a través de un proceso de aprendizaje y de enculturación, llamado también, proceso de socialización, donde las personas aprenden e incorporan valores y comportamientos de la sociedad en la que nacen, viéndolos como aspectos “normales” y “normalizados”, donde el criticismo y la reflexión tienen poca cabida, a pesar de que dichos estereotipos perjudiquen a las mujeres, pues son ellas las más afectadas y las más tachadas en la sociedad.
Desde la época de Jesús de Nazaret cuando la mujer era apreciada solo por la fecundidad y su trabajo en el hogar, sobre ella recaía la crianza de los hijos pequeños, vestirlos, prepararles la comida y demás tareas domésticas, era prohibido y mal visto ante la sociedad que las mujeres tuvieran contacto con hombres fuera de su vínculo familiar, las mujeres siempre pertenecían a alguien, pasaban del control de su padre al de su esposo y su padre las podía vender como esclava para responder por deudas. Las luchas de Jesús de Nazaret fue tratar a las mujeres en igual de condición que a los hombres, concebir una familia no patriarcal donde todos son hermanos, donde no hay dominación masculina y a pesar de haber cambiado en la historia muchos aspectos respecto a la libertad de la mujer a lo largo de la historia, siempre viene siendo prejuzgada.
En la actualidad las mujeres han logrado alto grado de empoderamiento en el ámbito laboral, profesional, la mujer que logra proyectarse a nivel profesional y elige transitar la maternidad en conjunto, se le exige la perfección en el desempeño de ambos roles, y al internalizar dicha exigencia, asumen grandes niveles de responsabilidad, generando altos grados de estrés que pueden llegar a perjudicar su salud mental y física. Pareciera que el modelo de mujer exitosa, lo representan aquellas que se destacan en su trabajo, son madres, esposas y amigas “ideales”, y no pierden en el camino su “feminidad”.
La maternidad como construcción histórica y social envuelve ámbitos de ideales, creencias y mandatos, que ven a la mujer como procreadora, como cuidadora, responsable de todos los a acontecimientos que se dan desde su embarazo hasta que los hijos crecen, de hecho, también las responsabilizan de su planificación para no quedar en estado de embarazo, desde el momento que una mujer decide ser madre empieza adoptar conductas de lo que han aprendidos las otras madres de generación en generación.
Se ha construido en nuestra sociedad un nuevo referente donde las mujeres sacrifican su participación en diferentes ámbitos sociales con el fin de desarrollarse como madre y poder encajar en la sociedad, por ser madre ponen en pausa su vida y por amor a sus hijos no pueden tener actos de resistencia como, por ejemplo:
El obrero puede sindicarse, hacer huelga; las madres están separadas las unas de las otras dentro de los hogares, atadas a sus hijos y a sus vínculos compasivos. Sus «huelgas» muchas veces han adoptado la forma de crisis mentales o físicas. Para las madres, la privatización del hogar no sólo ha significado el aumento de la impotencia, sino, sobre todo, una desesperada soledad. (Rich, 1968, p.101).
Los movimientos feministas de la llamada segunda ola, los que comienzan a cuestionar y condenar la institución familia como opresiva, a la vez que rechazan la reduccionista identificación mujer-esposa-madre y el mandato social de la maternidad (Nuñez y Rebollo, 2004).
Cuando la misión social ineludible de la mujer es ser madre y quedarse en el hogar, la resistencia consiste en salir a la calle y disputar los espacios masculinizados. pero cuando el mandato familiar de sacrificar cualquier otro aspecto de la vida, el deseo de residencia puede que sea la maternidad puertas adentro, dar la teta y preparar la comida a un marido.
Mujeres que no salimos a la calle, pero tenemos formas de resistencias no violentas, cuando la sociedad nos exige encajar en ella, cuando estamos rodeadas de personas de nuestra misma familia y nos cuestionan por no querer tener hijos y poner como prioridad la parte laboral y decirle no a la maternidad explicarles que forma parte de un derecho reproductivo y hay luchas feministas y que también hay luchas en muchos momentos han sido silenciosas.
la empatía entre mujeres que produce la búsqueda de espacios de libertad personal, cualesquiera que sean estos y las formas de hacerlo. Pero dicho esto, no se puede afirmar que todas tienen necesariamente las mismas experiencias: no todas las mujeres sufren agresiones, ni todas son madres, o heterosexuales, ni proceden del mismo país; los mismos problemas se pueden vivir de distinta forma, o en distintos momentos; y los sentimientos que una misma situación provoca pueden ser muy diversos, como lo son los recursos que tienen para enfrentarse a ella.
Por último, resistirnos socialmente para que los hombres asuman la paternidad social, facilitando que la maternidad deje de ser un hándicap en la vida de muchas mujeres, condicionando su desarrollo personal en otras facetas personales y laborales, sin lesionar los derechos de las mujeres que por haberse dedicado al cuidado de hijos e hijas se encuentren sin recursos propios ante una separación y por tanto requieran medidas específicas.
Desarrollar políticas y discursos que integren el reconocimiento de cierta identidad cultural de las mujeres, la búsqueda de su reconocimiento social junto con políticas de justicia social e igualdad que permitan romper lo que el género determina, enfrentarse a las desigualdades y discriminaciones que genera la cultura patriarcal de una manera que podamos transmitir a la sociedad a niños y a niñas para que vayan concientizándose y penetrar en su medio social la igualdad de género y romper los estereotipos que nos han venido transmitiendo culturalmente y romper las estructuras sociales y culturales que nos han afectados como mujeres.