Por: Juan Adolfo Anaya Contreras
El pasado lunes, mientras se ejercía por parte de muchos colombianos el derecho a la protesta social en contra de las iniciativas del recién posesionado presidente, se escuchó a una ciudadana lanzar repudiables improperios en contra de la ciudadana y vicepresidenta de la Republica Francia Márquez Mina.
En criterio de la señora, a quien hoy le anuncian sanciones administrativas, y que aquí se afirma, deben ir más allá de la simple reprimenda pecuniaria, la raza negra no merece gobernar. Sobre este aspecto retomaremos más adelante.
Aquel no fue el único acto de discriminación, pues también comparó a la vicepresidenta con un animal, y además se atrevió a cuestionar la educación de un negro, arguyendo que estos solo roban, atracan y matan.
Más allá de los censurables actos de racismo, que hoy por hoy son rechazados mundialmente, lo que es verdaderamente deplorable es la progresividad de los ataques no solo contra la vicepresidenta Francia Márquez, sino contra toda la raza que dignamente ella representa.
Seguramente esa señora que insulto a esa aguerrida raza, con la que tenemos una histórica deuda por tantos años de ignominiosa opresión, está inspirada en un falso concepto de superioridad racial, mismo que inspiro a personalidades de la farándula nacional que sintiendo la oleada de rechazos por sus necias e irrespetuosas aseveraciones tuvieron que retractarse.
Sinceramente me preocupa la persistencia de esos ataques, equivocadamente pensé que una vez culminara el debate electoral por la presidencia y vicepresidencia de la Republica, terminarían los mismos, pero no, estos persisten y cada vez con mayor frecuencia. Lo paradójico es que ni siquiera tuvo esa ciudadana solidaridad de género, lo que constituye un aspecto medular en este asunto.
El racismo y la discriminación contra la mujer negra, vislumbra un escenario complejo, en el que aparecen entrelazadas distintas formas de exclusión: I. Étnico-racial, II. De género y III. De clase social.
Hoy por hoy, Francia Márquez Mina cumple las tres, es orgullosamente negra, es una aguerrida mujer y se auto reconoce como de la clase social históricamente excluida de Colombia.
En razón a ello, lo que nos corresponde como sociedad, más allá de repudiar el hecho discriminatorio e insensible de esa ciudadana contra la comunidad afrodescendiente, es apoyar el trabajo que incansablemente vienen desarrollando organizaciones como el Movimiento Nacional Cimarrón, el proceso de comunidades negras (PCN), la conferencia nacional de organizaciones afrocolombianas (CNOA), la organización chao racismo, el observatorio contra el racismo y la discriminación racial de la Universidad de los Andes, la mesa nacional de mujeres negras/afrocolombianas/raizales y palenqueras, Y Velar por el que más Francias Márquez incursionen en la política colombiana.